jueves, 14 de mayo de 2009

Combate

Otra versión corregida.

Los dos orcos se miran inquietos e intercambian alguna frase en su idioma gutural. Hace rato que sus compañeros han desaparecido mientras hacían la ronda, pero no se atreven a abandonar su puesto para ver qué les ha ocurrido. Cuando parece que sus obtusas mentes están llegando a la conclusión de que uno puede quedarse allí mientras el otro investiga, las sombras oscilan a su alrededor y una figura se materializa justo entre ambos.

El bardo sabe que cuenta con el factor sorpresa, pero las hachas de los orcos pueden hacer mucho más daño que su arma y la fuerza bruta de éstos supera la suya con creces. Se abalanzan sobre él con sendos gruñidos, pero sus hachas sólo hieren el aire. El joven se mueve con celeridad, compensando su debilidad con precisión. Su estoque se clava entre las costillas de uno de los orcos, que ruge y trata de rebanarle la cabeza sin éxito. Gira sobre sí mismo para evitar el hachazo del segundo, por lo que parte de su largo cabello rojo escapa de las sombras de la negra capucha, y aprovecha el impulso para asestar dos rápidas estocadas al primero, una en el vientre y la otra en el costado herido. El ser grita de dolor y cae al suelo, agonizante. Ya sólo queda uno. Esquiva el filo enemigo con un salto hacia la derecha, y se dispone a contraatacar.

Y en ese momento un dolor insoportable invade su pecho y lo deja sin aire. «No, joder, ahora no». Se dobla hacia delante y trata de ocultarse, lucha por llevar aire a sus malditos pulmones, pero el dolor es demasiado intenso y no logra fundirse en las sombras. La falta de oxígeno comienza a nublar su visión, pero aún puede ver perfectamente al orco frente a él, sorprendido por su repentina flaqueza. Éste emite un gruñido de triunfo, y el bardo aprieta los párpados justo cuando el hacha va directa a su cabeza. Su vida no pasa ante sus ojos, como asegura el dicho popular, sino que simplemente el tiempo parece ralentizarse. Ya debería estar muerto, pero escucha el silbido del arma que se aproxima como si llevase haciéndolo varios minutos y aún le quedasen otros tantos para llegar. La presión de su pecho es asfixiante, y se pregunta qué lo matará antes, si el orco o la falta de respiración.

La trayectoria del hacha cambia, lo siente en el aire de su alrededor, y el orco suelta un quejido. Se fuerza a abrir los ojos, pero sus piernas se niegan a seguir manteniéndolo en pie y cae al suelo mientras suelta el estoque y se aferra el pecho. Su vista nublada le permite ver como algo golpea repetidamente al orco para alejarlo de él. Algo que no porta armas, pero se mueve con su mismo estilo fluido y veloz.

El aire vuelve a entrar en sus pulmones en el mismo instante en que el orco cae muerto. Se incorpora y consigue recostarse contra un árbol, respirando de forma entrecortada pese al dolor que esto le causa. Su sombra se acerca a él, recoge del suelo su estoque caído y se lo entrega. La mira sorprendido, acepta el arma, y comprende al fin que le acaba de salvar la vida.

- Me debes una, fracasado- susurra la sombra justo antes de desvanecerse.

2 comentarios:

El_Darko dijo...

Siempre crei que la sombra le tiraba los trastos a Reger...

Dama Blanca dijo...

Echo de menos a Reger T_T