viernes, 14 de agosto de 2009

La pinchadora malvada




Mi musa emo ha vuelto a fingir su muerte (prefiero pensar eso a que esté muerta de verdad), lo que implica que llevo siglos sin escribir nada. Así que, como todos estáis deseando… voy a dedicar la actualización de hoy a contar mi vida.

Ayer tenía que hacerme unos análisis. No es que me esté muriendo (o eso creo, porque aún no tengo el resultado), ha sido simplemente porque mi madre se ha empeñado en que me los haga. Fue ella la que me pidió hora en el médico, y por lo que me ha contado, la conversación debió de ser más o menos así:

Mi madre: Quiero pedir hora para que mi hija se haga unos análisis, que últimamente ha adelgazado mucho.

Médico: ¿Pero ha adelgazado sin hacer nada?

Mi madre: No, está haciendo dieta.

Médico: ... entonces es normal que adelgace... (Inserte aquí expresión manga de gota de sudor en la frente)

Volviendo al tema, me dan mal rollo las agujas y nunca me han gustado mucho estas cosas, pero lo llevo más o menos bien. O, mejor dicho, lo llevaba.

Hasta ahora.

Comenzaré con el análisis de orina. Mear en un bote parece fácil... pero como estoy medio loca y tengo bloqueos mentales extraños, para mí no lo es tanto. Me levanto antes de las 8 de la mañana... y no hay manera de mear. Ni abriendo grifos, ni nada. Y con unas ganas tremendas, porque me hinché a agua por la noche precisamente para que me resultase menos complicado.

Cuarenta minutos después, sigo sin mear y ya es la hora de irme. Conclusión: tengo que mentir cual puta y decirle a la tía del ambulatorio que me ha bajado la regla por la noche y por eso no he llevado la muestra. A ver si cuela y el médico no me la pide de nuevo.

Me hacen pasar a hacerme el análisis de sangre. La tía es novata, pero no me preocupa mucho, ya me pinchó una novata otra vez y lo hizo bien. Me pide que le dé el brazo derecho, y yo se lo tiendo amablemente y miro para otro lado, porque me da mucho yuyu verlo. Después de un rato buscando la vena sin éxito, me dice que le dé el otro. «Empezamos bien», pienso. Aún no sé cómo va a acabar aquello, por suerte para mí.

Le doy el otro brazo, y después de buscar durante lo que me parecen mil años, noto el pinchazo. La tía está rajando con la de al lado sobre las vacaciones. La aguja sigue dentro. Yo juraría que estas cosas duran menos, al menos las otras veces. También juraría que duelen menos.

Unos dos o tres minutos más tarde, la aguja sigue ahí clavada, y la tía sigue contando no sé qué leches sobre la hija de no sé quién. Yo no sé lo que está pasando porque sé que si miro me voy a marear, pero duele un cojón y medio, y encima la tía pasa del tema.

Y, de pronto, dice: «Huy... se ha roto».

«¿Qué coño se ha roto?», pienso yo, y cuando noto salir la aguja me atrevo a mirar y la veo con cara de «oops», poniéndome una gasa grande sobre el pinchazo, y sujetándola con esparadrapo. Las otras veces me ponían una gasita pequeña, o un algodón, y no la sujetaban. Ni decían que nada se hubiese roto. Y no dolía.

«Te va a salir un huevo aquí», me dice, tan tranquila. En ese momento quiero matarla. Lo peor es que luego le dice a una compañera: «¿Te importa acabar tú?». La miro, flipando, y le pregunto si no ha terminado. Y la tía me enseña tres tubos, uno lleno, uno vacío y otro a medias, y SONRÍE. «No, queda la mitad... es que se ha roto la vena cuando estaba llenando este».

Ni puedo contestar, porque empieza a darme de to sólo de pensar en que tienen que pincharme otra vez. Llega la otra y me pide el brazo derecho. Se lo doy, acojonada, y cuando me quiero dar cuenta, noto el pinchazo en la MANO. Los tubos tardan más en llenarse que cuando lo hacen en el brazo, y duele más (bueno, duele poco en comparación con la escabechina que me ha hecho la otra antes), pero por lo menos ninguna parte vital de mí se rompe esta vez y todo acaba felizmente. La primera ha desaparecido, supongo que para que no la mate al salir.

A ver, yo entiendo que no se nace sabiendo, y que la gente tiene que aprender a pinchar bien. También entiendo que mis venas son difíciles de encontrar, siempre tardan un poco. Pero coño, las otra vez que se me había dado la combinación novata-venas con +50 en sigilo, la muchacha al menos se concentró en el tema y no se distraía rajando con la compañera mientras.

Así que llego a casa blanca, con el brazo izquierdo semivendado y un pinchazo en la mano derecha. Y meándome. Mi madre flipa al verme, y yo le digo que los próximos análisis se los hará Perry.

2 comentarios:

El_Darko dijo...

Como odisea resulta demasiado poco homérica. Es decir, no pasa de molestia. Ni siquiera debería haber visto la luz nunca. Pero te quiero igual ;)

Anónimo dijo...

xD
Yo sé un truco para hacer pis cuando ves que no te sale. A mi no me ha fallado nunca. Te lo juro. Pruébalo.

Te sientas en el lavabo, te reclinas hacia delante y consiste en hacerte cosquillitas suaves justo donde acaba la columna. Vamos 1cm por encima de la rajilla del culo. Creo que es porque se produce una estimulación parasimpática a nivel sacro. Pero no te lo puedo confirmar.

A ver si eso te ayuda.

PD: odio la gente que no está por lo que tiene que estar...
Le tendrías que haber dicho algo.

Laia.