Así que, de improviso, dije lo primero que se me pasó por la cabeza y te conté la historia de Gaficán.
― ¿Gaficán?― preguntaste.
― Sí, Gaficán… el perro que lleva gafas.
Y luego me preguntaste que qué hacía Gaficán, y no se me ocurrió nada aparte del hecho de que llevaba gafas.
Insististe y por eso te contesté:
― Verás, estaba previsto que Gaficán fuera uno de los protagonistas de la serie de libros Un Gato en el Sombrero, lo que pasaba…
― ¿Qué era lo que pasaba?― quisiste saber.
― Pues que tenía problemas con la bebida – contesté.
― Lo mismo que el abuelo― dijiste tú, encantada de poder establecer una conexión con la vida real.
― Eso me parece.
Como después quisiste oír otra historia sobre animales, te pregunté si sabías algo de la Ardilla Ardillizada. Respondiste que no. De modo que continué:
― Bien, pues Ardillizada iba a hacer una exposición de cuadros de bellotas en una galería de arte de Vancouver, pero…
― ¿Pero qué?― preguntaste tú.
― Pero la señora Ardillizada tuvo ardillitas y entonces se vio obligada a conseguir un trabajo en la fábrica de mantequilla de cacahuete, y nunca pudo terminar su obra.
― Oh.
Hice una pausa.
― ¿Quieres que te cuente algo más de otros animales?
― Pues sí― respondiste con cierta ambigüedad.
― ¿Sabes quién era la Gatita Chispa?
― No.
― Bien, pues Chispa algún día llegaría a ser estrella de cine. Pero recibió tantas facturas de su MasterCard que tuvo que ponerse a trabajar de cajera en el Banco Hong Kong de Canadá para pagarlas. No había pasado mucho tiempo, cuando ya era demasiado mayor para tratar de convertirse en estrella de cine, o perdió la ambición de serlo, o ambas cosas. Y vio que era más fácil limitarse a hablar de ello en lugar de hacerlo de verdad…
― ¿Y qué?― me preguntaste.
― Nada, pequeña― dije yo, interrumpiéndome de golpe; repentinamente sentí más espanto del que puedas imaginar por haberte llenado la cabeza con semejantes historias; historias de hermosas criaturitas que estaban destinadas a formar parte de un cuento de hadas pero que se perdieron por el camino.
Imagen escaneada del libro.
― ¿Gaficán?― preguntaste.
― Sí, Gaficán… el perro que lleva gafas.
Y luego me preguntaste que qué hacía Gaficán, y no se me ocurrió nada aparte del hecho de que llevaba gafas.
Insististe y por eso te contesté:
― Verás, estaba previsto que Gaficán fuera uno de los protagonistas de la serie de libros Un Gato en el Sombrero, lo que pasaba…
― ¿Qué era lo que pasaba?― quisiste saber.
― Pues que tenía problemas con la bebida – contesté.
― Lo mismo que el abuelo― dijiste tú, encantada de poder establecer una conexión con la vida real.
― Eso me parece.
Como después quisiste oír otra historia sobre animales, te pregunté si sabías algo de la Ardilla Ardillizada. Respondiste que no. De modo que continué:
― Bien, pues Ardillizada iba a hacer una exposición de cuadros de bellotas en una galería de arte de Vancouver, pero…
― ¿Pero qué?― preguntaste tú.
― Pero la señora Ardillizada tuvo ardillitas y entonces se vio obligada a conseguir un trabajo en la fábrica de mantequilla de cacahuete, y nunca pudo terminar su obra.
― Oh.
Hice una pausa.
― ¿Quieres que te cuente algo más de otros animales?
― Pues sí― respondiste con cierta ambigüedad.
― ¿Sabes quién era la Gatita Chispa?
― No.
― Bien, pues Chispa algún día llegaría a ser estrella de cine. Pero recibió tantas facturas de su MasterCard que tuvo que ponerse a trabajar de cajera en el Banco Hong Kong de Canadá para pagarlas. No había pasado mucho tiempo, cuando ya era demasiado mayor para tratar de convertirse en estrella de cine, o perdió la ambición de serlo, o ambas cosas. Y vio que era más fácil limitarse a hablar de ello en lugar de hacerlo de verdad…
― ¿Y qué?― me preguntaste.
― Nada, pequeña― dije yo, interrumpiéndome de golpe; repentinamente sentí más espanto del que puedas imaginar por haberte llenado la cabeza con semejantes historias; historias de hermosas criaturitas que estaban destinadas a formar parte de un cuento de hadas pero que se perdieron por el camino.
Imagen escaneada del libro.
2 comentarios:
Es como Phoebe, es genial xD
Estoy de acuerdo con Darko. Me encanta.
Un besazo
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